La iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz (Foto:11/11/20) |
Hay aldeas que se convierten en metrópolis y pueblos que disfrutan de siglos de prosperidad apacible. Otros nacen al fuego de la guerra, padecen una crisis tras otra y acaban abandonados o marginados. Así ha sido la historia de Navalquejigo en El Escorial.
Surgió en el siglo XII como uno de los núcleos dispersos de la transierra segoviana, repoblados por aguerridos agricultores. Situado próximo a la Cañada Real Segoviana y enlazado con un ramal de la Leonesa, se benefició por el aumento de la trashumancia y el comercio que llegó con la Mesta y la oveja merina. Recibió un privilegio de Sancho IV en 1287, época en que se construyó la iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz. Durante el tumultuoso siglo XV el templo se fortificó y ahí se reunió en 1442 el futuro Enrique IV con sus aliados los Mendoza.
Los habitantes de Navalquejigo vivían de la ganadería y el cultivo de cereales, cada casa tenía su huerta y había abundante caza. Esa riqueza fue su perdición y produjo la llegada a la comarca de Felipe II. Navalquejigo evitó el triste destino de los núcleos desahuciados como el cercano Monesterio pero, aislado por la Gran Cerca, fuera de los caminos reales y sin caza, entró en un largo declive, con un pequeño repunte durante el siglo XVIII cuando se convirtió en municipio, con su propia casa consistorial, cárcel y corral de concejo.
A lo largo del siglo XIX Navalquejigo perdió sus tierras comunales y un destacado burgués madrileño fue comprando casi todas las fincas. Echó a los habitantes autóctonos y lo convirtió en un pueblo de guardeses de la familia Arroyo, con estación de tren casi particular [i]. Finalmente, durante el franquismo, la aldea fue rodeada por grandes urbanizaciones como Los Arroyos y El Guijo. En 1989 se quedó vacía hasta la llegada de unos nuevos vecinos que ocuparon e hicieron habitables las casas herrén.
Desde 1990 el deterioro del patrimonio histórico ha sido implacable, con la desaparición del portón del Ayuntamiento y el desplome del tejado de la cabecera de la iglesia. En vez de enorgullecerse por su núcleo más antiguo, el Consistorio escurialense, amigo de los grandes propietarios y los constructores, ha mirado impasible aquella destrucción. Ahora, si no se hace nada, entrarán las excavadoras para cubrir la joya medieval de Navalquejigo con hormigón y poblarla con filas de chalets adosados. En poco tiempo solo quedarán cuatro piedras y unos vagos recuerdos de este casi milenario poblado de la reconquista.
[i] Apeadero de Las Zorreras-Navalquejigo, pp 116-117 Comunidad de Madrid (1998) Arquitectura y Desarrollo Urbano Tomo V Madrid: Fundación Caja Madrid
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